José Gonzaléz Horrillo es conocido por ser autor de dos de los libros más importantes en el panorama editorial de los tres últimos años Manual Básico para catolícos sin complejos (conozca su índice) y Conociendo al enenmigo. Quiénes son y cómo actúan los enemigos de Dios y de su Iglesia. Ambos textos han sido exitosos en España y fuera de ella porque su aportación al panorama literario donde las espadas para cen estar en alto por ser o no de Dios, han clarificado posturas importantes que solo aquel que no quiere comprender, jamás lo hará. En esta ocasión nos regala este artículo que se presta a la contenplación del panorama socio político de España, que lo quiere asemejar a un cuadrilatero de boxeo con el rincón d ela izquierda y el rincón de la derecha. Por nuestro lado recomendamos el siguiente título: La dictadura progre, de Pablo Molina, que expone la manera mortal en la que los progresistas (que no faltan tampoco en la derecha) actúan.
El ring de la política española está preparado para el esperado combate por la poltrona del poder. El público expectante y dispuesto a ovacionar sin reflexión ni asomo de actitud crítica a su adorado partido de toda la vida del que a veces no recuerda ni cual es su ideología, pero da igual, todo el mundo sabe que en política lo único que importa son los colores, los mismos que defendieron nuestros antepasados, con los que te sientes identificado y unido hasta la muerte, lo de menos son las ideas o las creencias, ¡La política es pasión, no razón!
El árbitro hace su aparición y es aplaudido como el auténtico protagonista del evento. Él es el mandamás del mundo de las comunicaciones, el máximo accionista del poderoso pastel, el que toma las decisiones importantes y ofrece sus manos abiertas, hacia arriba, a los contendientes en espera de ser recompensado por sus impagables favores. Micrófono en mano se dispone a comenzar con las pertinente presentaciones y dirigiendo su índice hacia el rincón izquierdo comienza con la memorizada retahíla de halagos al reconvertido y soñador partido de los ¡Mutantes”, el “Ave Fénix” de la política.
Los “Mutantes” son el partido que mejor sabe adaptarse a las nuevas situaciones, su manipulación del lenguaje, o si la cuestión lo requiere, la creación de un nuevo vocabulario, es sin lugar a dudas una de sus mejores armas. Ha sabido transformar la caducada lucha de clases en lucha de sexos, olvidando los enfrentamientos entre pobres y ricos, a los que ya pertenecen, y dando a luz al odio irracional entre hombres y mujeres, preferiblemente si estos son marido y mujer, ya que esto tiene la ventaja de destruir la nociva célula, capaz de hacerle sombra al endiosado “Papá Estado”, conocida como familia.
También han sabido sustituir sabiamente las sangrientas revoluciones, ahora mal vistas, por las modernas y aplaudidas movilizaciones. Este término puede ser utilizado para definir los actos vandálicos, las injustas y egoístas reivindicaciones de cualquier especie y las “comeduras de coco” colectivas a los pardillos de turno, que suelen ser presentadas como derechos o hazañas heroicas. Huelgas que arruinan la economía o no la dejan levantar cabeza, manifestaciones horteras en las que se cuelan símbolos totalitarios y lemas putrefactos confundiendo a las mentes más inocentes e irreflexivas, asaltos en toda regla a los que denominan ocupaciones, encierros voluntarios para salir en televisión y vacilar de valerosos resistentes, y algún que otro disturbio violento a cargo de supuestos grupos incontrolados, radicales y discretamente subvencionados.
Pero a pesar del camuflaje, la tentación ha sido demasiado fuerte en los “Mutantes” para sucumbir ante la pasión que sienten hacia el genocidio y la aniquilación, su auténtica vocación, por ello los “Gulag” y los campos de exterminio que ya no gozan de simpatías populares han dejado paso a otros prácticas modernas y progresistas como el aborto, la eutanasia y la manipulación genética, convenciendo a las masas de que una persona no es un ser humano a menos que ellos lo decidan así.
Aunque como bien es sabido “Quien tuvo, retuvo” por ello sus principales consignas no han cambiado en esencia. Siguen autoproclamándose luchadores por la libertad y la igualdad, aunque su concepto de libertad continúe identificado con las dictaduras que sobreviven en la actualidad dándole la espalda al más elemental sentido común y la igualdad se confunda con el destrozo sistemático de las diferencias naturales, en unas ocasiones, y la sabia afirmación de Orwells: “Todos somos iguales, pero unos más iguales que otros”, en otras.
No se podría dar fin a esta descripción ideológica sin hacer mención a otra cuestión de la que son los indiscutibles paladines: El odio visceral hacia la Religión, a la que siempre han pretendido comparar con sustancias estupefacientes similares a las que desearían legalizar y proporcionar para seguir aturdiendo las mentes de los jóvenes y no perder así ni uno de sus asegurados votos.
El micrófono cambió de mano y esta vez el índice derecho es quien señala al rival situado, supuestamente, al otro extremo del cuadrilátero, es el partido de los “Mutontos” cuyas características principales son las siguientes: Este, al parecer, reciente partido, tiene como fea costumbre presentarse a sí mismo como al alternativa a las ideas de los “Mutantes”, aunque en realidad es bastante difícil encontrar las diferencias en los temas más importantes, especialmente si los votos se ven en peligro. A pesar de que la moderación es uno de sus argumentos más esgrimidos, la falta de ideas y creencias suele ser notable en muchas de sus actuaciones.
Es especialmente curioso su comportamiento cuando, a pesar de disfrutar de abrumadoras mayorías absolutas en las urnas se les continúa viendo acomplejados y cabizbajos comportándose con actitudes de inferioridad ante sus rivales, a los que permiten continuar manipulando la información, desguazando la moral de los ciudadanos y ocupando las calles y plazas como si fueran los dueños y señores del sorprendido país, pretendiendo recuperar por la fuerza lo que han perdido por los votos.
Los “Mutontos” no son fáciles de diagnosticar ni predecir, tal vez por que ni ellos mismos saben lo que son, lo que pretenden o lo que creen.
Pero el momento estelar ha llegado. El árbitro con un enérgico gesto da su permiso para que la contienda de comienzo. Los contrincantes avanzan uno sobre el otro con la mirada encendida y los brazos ligeramente levantados. Y allí, justamente en el centro del campo de batalla, se funden en un efusivo abrazo coronado con un pasional beso en la boca ante la atónita e imbécil mirada de un público acostumbrado a digerir las estupideces y “sinsentidos” más espeluznantes.