Después de los alborotos, la rabia y el pataleo de muchos por los abusos sexuales de niños en programas deportivos como el de Penn State o de la Universidad de Syracuse, ahora viene a la triste realidad una “redefinición” de la pedofilia, pensada por algunos estudiosos una década atrás. De Cristian Jaramillo | www.arcol.org
Para algunos como Judith Levine, autora de un libro llamado The Perils of Protecting Children from Sex (Los peligros de proteger a los niños del sexo) las cosas tienen otro matiz. En una de las entrevistas que cita en libro menciona claramente: “Hay personas impulsando una agenda conservadora que denegará a los menores de una expresión sexual”, añadiendo después: “Tenemos que proteger a los chicos de peligros reales… Pero esto no significa protegerlos de alguna fantasía de su inocencia sexual”. Bonita forma de esconder otros propósitos, pero veámoslo más detenidamente.
La redefinición
Lo primero con lo que nos encontramos es con este escollo de una nueva definición de la inocencia infantil como fantasía. Este término estaría siendo usado para crear una imagen positiva del término pedofilia; mejor dicho, envolviéndolo en otros palabras pero que al final es la misma cosa.
En esta teoría se aclara que la infancia no es algo biológico sino una construcción social, un objeto producido por la historia. Este análisis ha sido logrado gracias a la intervención de escritores, investigadores y editores que afiliados a varias universidades han tratado de destruir el tabú.
Uno de los libros citados es Male Intergenerational Intimacy: Historical, Socio-Psychological and Legal Perspectives, una colección de escritos a favor del sexo entre hombres y niños. En ese libro uno de los más poderosos argumentos se basa en la intergenerational intimacy (la intimidad entre generaciones). Así, Ken Plummer, uno de los contribuyentes, se expresa: “no podemos asumir que la infancia es tiempo de inocencia simplemente por la cronología de la edad del niño”. De hecho, continúa Plummer: “un niño de siete años puede crear un elaborado conjunto de interpretaciones y códigos sexuales que podría desconcertar a muchos adultos”. Estos escritores o pensadores clamando una visión esencial de la sexualidad intentan remover las barreras de la infancia, abriendo el camino a los pedófilos modernos para excusarse a sí mismos, viendo estos actos infames no como trasgresiones, sino como “cruzamientos de bordes”.
¿Una contradicción?
Así, estos “pedófilos” modernos, con movimientos lentos y sutiles de definiciones, han tratado de justificarse a sí mismos. En 1998 fue tanta la presión que la misma American Psychological Association (Asociación Americana de Psicología), publicó en uno de sus boletines que el abuso sexual no causaba daños o trastornos. Los autores del boletín recomendaban a no llamar la pedofilia algo malo, sino darle el término de valor neutral como “adult child sex” (sexo adulto infantil). Después de la publicación del artículo celebraron el comienzo de un nuevo camino para los “boy-lovers” lleno de libertad y justicia.
Algunos se han tomado la cosa en serio. Así se ha creado una cultura en la cual el sexo entre un adulto y un chico no es sólo tolerado, sino celebrado. Y aquí llega el problema, ¿entonces para qué tanto furor sobre las acusaciones en Penn State o la Universidad de Syracuse? No es algo normal, un tabú olvidado en el pasado. Sin embargo, las cosas no se quedan ahí, para las chicas el asunto es diferente, el sexo entre una mujer y una niña, es algo que se ha salido de los esquemas y nadie le presta la mayor atención.
Un ejemplo es “The Vagina Monologues”, una obra que está en los repertorios de varios campus universitarios, incluyendo Penn State y la Universidad de Syracuse. La obra, que relata la historia de una niña de 13 años que disfruta de una relación sexual con una mujer de 24 años, fue cambiada hace poco en el punto de la edad de 13 por 16, pero en esencia sigue siendo la misma infamia.
Lo peor es que se invita a todo el cuerpo universitario a asistir a estas obras, tratando de dar una “mejor educación” al estudiante para que “pueda tener una clara idea del sexo y las formas de expresarlo”.
La pedofilia es una desviación y por mucho que se intente cambiar los términos seguirá siendo éticamente lo mismo siempre. Lo que pasa es que cuando no se pueden superar los problemas siempre se achaca la culpa a otras cosas y se quiere hacer de la debilidad algo mínimo para justificarse y nunca salir de ella.
Hay un refrán que dice “si la mona se viste de seda, mona se queda”. Dejar el subjetivismo y relativismo tan superficial y llamar a las cosas como son, sin cambiar términos o crear etiquetas, sólo así se podrá crear una cultura libre y justa.